Aunque las Universidades fueron creadas hace no
más de mil años, la incidencia y el impacto generado por la fuerza de la enseñanza
de las ciencias y la investigación , han contribuido enormemente al desarrollo
y crecimiento de las sociedades y las economías.
Esto no hubiera sido posible sin embargo, a no
ser por el estimulo recibido en algunos casos por las donaciones de fortunas
personales y fundaciones, las corporaciones y por supuesto del Estado. Estudios
recientes demuestran la contribución que tales Universidades aportan a la
sociedad, especialmente a los grupos mas vulnerables de países en desarrollo.
No obstante, el rol de las Universidades públicas
en Latino América ha sido mermado por los recortes de los presupuestos del
Estado a partir de la crisis de la deuda externa, comúnmente conocida como
década perdida de los 80´s. Se estima que dichas transferencias descendieron
entre un 25 hasta un 40%, con un efecto directo en la calidad académica
superior.
Gracias a nuestra Universidad pública, estudiantes
de escasos recursos han logrado coronar sus estudios e incorporarse
exitosamente a nuestro mercado laboral, sea como dependientes o por cuenta
propia, lo que a la larga genera ha transferido
plusvalor al Producto interno bruto. Además, cada profesional por cuenta
propia genera a la vez uno o más empleos que contribuyen mediante sus sueldos
al sostén de cada familia en términos de educación, que también añaden valor mediante
un efecto multiplicador importante en diferentes esferas de la economía y la sociedad.
El cambio de status económico de nuestros profesionales egresados aunque ha
conducido a un cambio de conciencia, constituye otro impacto, que de forma
directa añade escalafón social y económico. Una proporción alta de empleados
del Estado y del sector empresarial aun esta dominado por profesionales de
nuestra Universidad.
La expansión del Alma Mater en su afán de
elevar la cobertura y llegar a cada rincón del país tal y cual es su misión
requiere lógicamente de un presupuesto adecuado a dicha expansión,
especialmente en un modelo de capital en que predomina el dinero como factor
determinante para la realización de nuevos proyectos y programas, la ampliación
de aulas, docentes y centros universitarios sin el cual no es posible avanzar.
La liberación de la educación superior no en
todos los casos exitosa, no constituye la única alternativa para nivelar la
cobertura dado el carácter lucrativo y por ende privativo para la mayoría de
estudiantes de escasos recursos, para quienes nuestra Tricentenaria representa
las oportunidades antes dichas.
Nuestra Universidad, enseña además un curso
adicional que muy pocos visibilizan pero del cual muchos aprenden y practican
en la vida cotidiana: la escuela de la vida.
Así que hagamos cuentas, mas jóvenes sin acceso
a nuestra academia representan un costo más alto que deberá desembolsarse en el
futuro y con creces en términos de inseguridad y violencia. La educación
superior publica previene estos efectos y representa una alternativa más
viable, factible y menos costosa y que no sustrae sino que fortifica el crecimiento
y desarrollo del país. El capital por sí mismo no funciona sino existen mentes
poderosas que lo alienten, y claro con sentido humano.
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