miércoles, 26 de febrero de 2014

La subestima colectiva obstruye el crecimiento

Una manera muy práctica de someter a las personas consiste en destruir la estima para dominarlas, porque a continuación es mucho más sencillo manipular sus emociones y sentimientos para conseguir los objetivos más siniestros. Esto ha ocurrido en distintos momentos de la historia y está asociada al poder del dinero y la jerarquía del hombre en la sociedad.
Las sociedades latinoamericanas no son la excepción pues los grupos de poder ejercen y estimulan el patriarcado y la sumisión para anular las aspiraciones colectivas de un mejor estilo de vida.
En Guatemala la estima colectiva se destruye extremando las condiciones de pobreza, para convertir a las mayorías en personas sin ambiciones, acostumbradas a tolerar la miseria y así anular sus aspiraciones. Las religiones también asumen un rol importante en este esfuerzo mediante la promesa del reino de los cielos y la consiguiente justificación de la martirización.
Los medios también influyen efectivamente manipulando la información e induciendo temores que se perpetúan en el tiempo y que por tanto solo fortalecen la idea del pensamiento único.
Por tal razón la charlatanería política se adapta a las plegarias sociales y es entonces cuando se recicla el modelo intacto de manera intacta sin capacidad para producir transformaciones de fondo.
Romper un esquema tan arraigado históricamente e incubado en un sistema que funciona perfectamente es sumamente complejo.

Sencillamente porque actores de poder y jerarquía económica y hasta divinas, ejercen este efecto de manera coordinada con el propósito de  mantener baja la estima colectiva que a la larga incide en el crecimiento personal, familiar y de nación y combatiendo a las víctimas de su propia estrategia.