La historia reconoce las primeras experiencias
de deuda desde la época esclava, como medio para retener a la fuerza al
esclavo; durante la colonia los terratenientes endeudaban por alimento,
abarrotes y licor a los trabajadores agrícolas en las fincas de café; los que finalmente,
nunca eran capaces de pagarla en virtud de que el salario estaba por debajo de
su capacidad de pago y por la precariedad de vida con lo que se los
caficultores se garantizaban trabajo gratuito.
El aumento de la extracción de las riquezas de
las colonias y el comercio mundial,
favorecieron instituciones y operaciones financieras. Aparece la banca
como producto de los excedentes creados a partir del comercio, con lo cual y
como sucede hasta ahora, el banquero usa dinero ajeno para endeudar a otros por
una tasa de interés que supone el riesgo del banquero y más alta que el rédito
pagado por los ahorros al ciudadano común y corriente. Con la industrialización
se extienden numerosas fabricas por toda Europa, para lo cual las acciones
juegan un papel importante las acciones. En otras palabras, los propietarios de
dichas fabricas utilizan capital ajeno que paga una tasa de ganancia al nuevo
accionista, siempre y cuando este dispuesto al riesgo que supone dicha
aventura.
En la medida que la fabrica sea exitosa y
solida así será la confianza que tenga el accionista de invertir en ella. Pero,
¿que ocurre cuando es el Estado que necesita crear la infraestructura para
garantizar el crecimiento de las corporaciones y el bienestar de sus
habitantes?
El Estado se provee de dos fuentes, por un lado
los tributos y por el otro lado el endeudamiento externo e interno. Para adquirir
deuda externa, existen bancos y fondos mundiales que le proveen el capital por
cierto interés, con el compromiso de ajustar la economía en caso caiga en
incapacidad de pago lo que regularmente se traduce en el corte de proyectos y
programas sociales, como empleo, vivienda, salud, seguridad, alimentación y
subvenciones. Por el otro lado, el endeudamiento interno, mediante la emisión
de bonos, que puesto en el mercado de valores le pueden reditar al comprador
una tasa de ganancia y la seguridad de su capital. No obstante todo tiene un
límite, el Estado como el prestamista común y corriente, solo adquirirá un
monto capaz de pagar de acuerdo a sus ingresos. Si el Estado no recauda lo
necesario no podrá honrar la deuda y por
ende deberá recurrir a cortes drásticos en materia social y diversificar impuestos incluso mas altos.
Los escenarios futuribles por tanto, es que, el
Estado pueda quebrar tal y como ocurrió en Detroit y próximamente New York, en
virtud de la fuga de tributantes, capitales, corporaciones y fuerza de trabajo
y causar condiciones para el aumento de la extrema pobreza, deterioro de la
calidad de vida, delincuencia e inseguridad. Por ahora la deuda total del
Estado (externa e interna) es de Q 108 millardos la cual supera dos veces el
monto previsto de recaudación para el presente año. El poder político incluidos
los empresarios a la hora de pedir cuentas, lo hará con la ciudadanía
guatemalteca.
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