miércoles, 1 de junio de 2011

El lado siniestro de la ciencia



Desde 1181, el derecho a la portación de armas estuvo ligado por primera vez al servicio militar y del rey, fue en Inglaterra mediante una ley establecida por Enrique II. En 1689 se concedió el derecho a portación de armas con fines de defensa personal, el cual fue replicado por EEUU, Australia y Canadá, (Wikipedia, 2011).

Desde la primera guerra mundial y hasta la caída de la Unión Soviética, la proliferación y posesión de armas convencionales y nucleares se justificaron por la amenaza comunista en el contexto de la guerra fría. Luego de los ataques del 11 de septiembre se fundamentó su expansión en la amenaza terrorista islámica.

Contradictoriamente al aporte científico en salud y agricultura también se han realizado de manera paralela inversiones onerosas en el campo militar para la producción de armas inteligentes. La Investigación científica también es capaz de producir armas de destrucción masiva y aunque la información es limitada, los escasos datos son impresionantes.

Luego de un ligero descenso en la investigación militar, a finales del siglo pasado, se produjo un incremento significativo de la inversión en investigación militar; las guerras además de acrecentar el poder hegemónico, también son motivo de ganancias. En 2003 el gasto a nivel mundial creció un 11% más que el año anterior, aproximadamente US$ 956 mil millones, una suma acumulada gastada por los diez países que más destinan a esta rama, liderados por EEUU el cual invierte el 47% del gasto mundial, cuyo monto es entre 42 y 43% más que los nueve países que le siguen en el ranking de gastos.

De hecho, la investigación militar recibe el 30% de la inversión total en ciencia y tecnología del mundo, emplea a más de medio millón de científicos en I+D+I con fines militares y mayoritariamente es ejecutada por corporaciones privadas y ciertas universidades mediante fondos provenientes del sector público. La cifra gastada es cinco veces mayor que la dedicada a la investigación sanitaria y cuatro veces más que la destinada a investigación agropecuaria, (Investigacion militar, 2005).

El gasto militar mundial en 2006 llegó a US$ 1, 204 millones. Esto representó un incremento de 37% en menos de 10 años (entre 1997 y 2006), en tanto que el gasto militar en el mundo fue de 2,5% del PIB mundial en 2006.

Las asignaciones de EEUU para la defensa nacional se incrementaron en un 53% en términos reales entre 2001 y 2006, sobre todo como resultado de los 381 mil millones de dólares para las operaciones militares en Afganistán, Irak y otros lugares.

En 2006 China tuvo el cuarto mayor gasto militar en el mundo, superando a Japón en el gasto total, aunque con un gasto per cápita menor. (SIPRI, 2007)

En la actualidad, cerca del 90% de las víctimas de las guerras son civiles, en comparación con las del siglo XIX, en que mayormente fueron soldados. En las últimas décadas, aproximadamente quinientas mil personas, mueren cada año en diferentes conflictos armados en el mundo.

En la actualidad continúan vigentes otros temores infundados: las supuestas armas nucleares en Irak provocaron la invasión y ocupación hasta ahora vigente, que causó más de cien mil “daños colaterales” sin que se encontraran evidencias de dichos temores, excepto, extensos recursos de petróleo.

Paradójicamente, a pesar del auge científico tecnológico, la investigación científica se desarrolla inversamente a los propósitos de paz en términos de salud, alimentación y trabajo. Las muertes causadas por las armas convencionales son exponencialmente mayores al número de vidas salvadas por la ciencia.

Los conflictos en el mundo se propician por la exclusión y no por infundadas amenazas terroristas.

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