Una manera muy práctica
de someter a las personas consiste en destruir la estima para dominarlas, porque
a continuación es mucho más sencillo manipular sus emociones y sentimientos para
conseguir los objetivos más siniestros. Esto ha ocurrido en distintos momentos
de la historia y está asociada al poder del dinero y la jerarquía del hombre en
la sociedad.
Las sociedades
latinoamericanas no son la excepción pues los grupos de poder ejercen y
estimulan el patriarcado y la sumisión para anular las aspiraciones colectivas
de un mejor estilo de vida.
En Guatemala la
estima colectiva se destruye extremando las condiciones de pobreza, para convertir
a las mayorías en personas sin ambiciones, acostumbradas a tolerar la miseria y
así anular sus aspiraciones. Las religiones también asumen un rol importante en
este esfuerzo mediante la promesa del reino de los cielos y la consiguiente
justificación de la martirización.
Los medios también influyen
efectivamente manipulando la información e induciendo temores que se perpetúan
en el tiempo y que por tanto solo fortalecen la idea del pensamiento único.
Por tal razón la
charlatanería política se adapta a las plegarias sociales y es entonces cuando
se recicla el modelo intacto de manera intacta sin capacidad para producir
transformaciones de fondo.
Romper un esquema tan
arraigado históricamente e incubado en un sistema que funciona perfectamente es
sumamente complejo.
Sencillamente porque
actores de poder y jerarquía económica y hasta divinas, ejercen este efecto de
manera coordinada con el propósito de mantener
baja la estima colectiva que a la larga incide en el crecimiento personal,
familiar y de nación y combatiendo a las víctimas de su propia estrategia.